"PAISAJES DESDE EL TREN" la revista de Renfe, dedica un articulo a nuestra "Ribeira Sacra".-
ESCAPADAS PERFECTAS
Río antiguo, el Sil dosifica el vértigo camino de los viñedos imposibles de la Ribeira Sacra. La vía del tren persigue desde el Bierzo la estela de sus aguas oscuras, el mismo corredor natural por el que los romanos se adentraron en la primitiva Gallaecia. Ellos construyeron por vez primera las terrazas que aún hoy hacen posible el cultivo de la vid en pendientes donde la vendimia parece tarea de alpinistas. De hecho, la recolección manual de la uva en las inclinadas paredes del cañón podría recordar, por su peligrosidad y por la necesaria maestría, a la captura de los percebes en la costa. El imponente túnel de Montefurado, excavado en la montaña en tiempos del emperador Trajano para extraer el oro del principal afluente del Miño, marca la frontera de los viñedos colgantes. Estamos en la comarca lucense de Quiroga, en el extremo Este de la actual denominación de origen vinícola. A partir de aquí no hay sitio para los valles que saludaron al viajero hasta Valdeorras. Cerca de su desembocadura en Os Peares, tierra de nadie entre las provincias de Lugo y Ourense, el Sil corta a cuchillo las montañas en las que el escritor Álvaro Cunqueiro adivinaba el semblante de viejos dioses dormidos. Es el reino inclinado de la mencía, uva de perfil sensual y telúrico, por las riberas sagradas.
UN PAISAJE ARTIFICIAL
Pocos lugares irradian la fuerza de las terrazas sobre las que aparentan levitar las vides en la Ribeira Sacra. Desde la época romana, el hombre ha ido esculpiendo los desfiladeros de los ríos hasta dar cuerpo a esta maravilla de la ingeniería agrícola. Un paisaje artificial que ha hecho posible el milagro de la viticultura en pendientes que en ocasiones superan el 80% de inclinación. A lo largo de 2.000 hectáreas de viñedo, un sinfín de muros de piedra levantados sin ningún tipo de argamasa sostienen el terreno en estrechas hileras de suelo pedregoso. Terruños escuálidos sobre la roca madre donde las cepas desafían las leyes de la gravedad y adquieren ese carácter especial que luego transmiten a los vinos. “Viñas suicidas lanzándose al agua, como pingüinos hambrientos zambulléndose en el mar frío”, escribe el críttico de vinos Patricio Tapia en un reportaje para Wine&Spirits sobre Raúl Pérez, un enólogo leonés que ha situado a la Ribeira Sacra en el punto de mira de la crítica internacional. Su tinto El Pecado, bendecido con 98 puntos por el todopoderoso Robert Parker en las páginas del Wine Advocate, lleva uvas de mencía de uno de estos viñedos kamikazes.
Terraza en el claustro del Parador de Monforte |
El Sil en Montefurado |
Puente sobre el Cabe en Monforte |
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