Enciclopedia del Románico / Centro de Estudios del Arte Románico. LA IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA DE TORBEO.

 Un completo estudio, con planos incluidos, que amplia el realizado en su día por JOSE RAMÓN FERNÁNDEZ (CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO DIEGO VELAZQUEZ.  Iglesia de Santa Maria de Torbeo).

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En esta Enciclopedia hay más de 9.000 testimonios del románico de la Península Ibérica que la Fundación Santa María la Real ha recopilado a lo largo de tres décadas y a través del equipo del Centro de Estudios del Románico. Un auténtico proyecto cultural que ha implicado a más de 2.000 investigadores.

Texto y fotos: VNF - Planos: MJGG




 La toponimia nos da una pista sobre el antiguo origen monástico del lugar ya que las fincas próximas a la iglesia de Santa María todavía hoy son conocidas con el nombre de O Mosteiro. Tenemos, sin embargo, escasas noticias documentales sobre el cenobio y todas bastante tardías. En el año 1265 se registra una venta de todas las heredades de Torbeo que poseía un tal Pedro Pérez al clérigo Martín de Juan. En el siglo siguiente el monasterio todavía existía, ya que conservamos un documento del año 1317, en el que se nombra al abad de Torbeo, Pedro González, y se le condena a pagar una deuda contraída con una tal María López.

LA IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA DE TORBEO es el único testimonio arquitectónico que resta del monasterio medieval. Se encuentra a las afueras de la aldea en medio de unos prados dedicados al pastoreo y rodeada de un atrio delimitado por un muro que cierra también el cementerio parroquial.

Es una iglesia construida con buenos sillares de granito que ha sufrido reformas y ampliaciones que, sin embargo, no han desdibujado su original configuración. En el costado sur del ábside se añadió en el siglo XVI una sacristía cuadrada cubierta por una bóveda de crucería. En el siglo XVIII, se añadieron dos capillas cuadrangulares en cada uno de los flancos de norte aparece articulado mediante un arco de descarga sobre capiteles lisos acodillados que han perdido sus columnas. En la parte opuesta, esta articulación, si existe, queda hoy tapada por la construcción de la sacristía adosada en esa zona. El tambor semicircular se alza sobre un basamento escalonado de perfiles achaflanados. Dos semicolumnas alzadas sobre altos plintos y basas áticas dividen el muro en tres calles que, a su vez, aparecen divididas en tres cuerpos por medio de sendas impostas en nacela que anillan las columnas al tiempo que recorren la superficie, una bajo las ventanas y otra a la altura de los capiteles de las mismas. En cada una de las tres calles se abren estrechas ventanas de arco de medio punto enmarcadas cada una por dos arquivoltas aboceladas, de las cuales la interior descansa sobre columnas acodilladas y la exterior directamente sobre la imposta que recorre el muro. Sobre ellas, una chambrana de tacos enmarcada por dos molduras proporciona un toque de movimiento y juego de claroscuro a los arcos. Esta articulación arquitectónica de las ventanas solo se rompe en la correspondiente al costado sur donde la arquivolta exterior, en vez de descansar directamente sobre la imposta, recae sobre un nuevo par de columnas con sus correspondientes capiteles y basas áticas. Toda la cabecera se corona con una cornisa en nacela sostenida por modillones de variada decoración.

El cuerpo de la nave, de unas proporciones verdaderamente elevadas a pesar de la reducción de altura de sus muros, posee una cuidada articulación arquitectónica que lleva a buscar incluso la simetría de elementos en planta. En cada uno de los muros norte y sur se abren una puerta lateral y dos ventanas. En el costado sur, las ventanas, dos alargadas saeteras, aparecen guarnecidas por dos arquivoltas que descansan sobre columnas acodilladas la interior, y sobre las impostas, la exterior, repitiendo la disposición que encontrábamos en la cabecera. Entre ellas, y en el cuerpo bajo, se abre una de las puertas laterales del templo cuyo diseño se resuelve recurriendo únicamente a medios arquitectónicos y prescindiendo de la decoración escultórica. Consta de tres arquivoltas cortadas en arista viva que descansan sobre las jambas con la única interrupción de una sencilla imposta biselada. En el costado norte, las dos ventanas que se abren en la zona alta del muro no pasan de ser simples y funcionales saeteras que rasgan la pared para dar luz al interior y que carecen de decoración arquitectónica o escultórica. Algo parecido ocurre con la puerta que se abre en la parte baja donde se prefiere un sencillo vano con un arco de medio punto que cobija un tímpano liso que descansa sobre dos mochetas en caveto. Posiblemente esta llamativa diferencia de tratamiento estético entre ambos costados de la iglesia pudo ser provocada por el también diferente uso de cada una de estas fachadas. Mientras que la zona sur, más elaborada, tendría una función más “representativa” como fachada con puerta de acceso para los fieles, la norte, lindante con las fincas denominadas “mosteiro”, está realizada con un diseño más sencillo y funcional, ya que estaría unida a las estancias del vecino monasterio y su puerta serviría únicamente como acceso de los monjes a su iglesia. En la fachada occidental llama la atención su esbeltez y la elegancia de su composición vertical de puerta y óculo. La portada consta de tres arquivoltas, en arista viva la interior y rematadas en un grueso bocel las dos siguientes. Sobre ellas una sencilla chambrana cortada en bisel que, al igual que las arquivoltas, descansa sobre una imposta con el mismo diseño que, a su vez, da paso directamente a las jambas que, al igual que en la puerta sur, continúan el diseño de las arquivoltas y carecen de decoración escultórica. El óculo de la parte superior está formado por tres molduras concéntricas, que siguen el formato de las arquivoltas de las ventanas absidales y del muro sur: las dos interiores son aboceladas y la exterior una moldura de tacos. En el interior, las esbeltas proporciones de la nave aumentan la sensación de amplitud del espacio congregacional que aparece tenuemente iluminado tanto por el óculo de la fachada como por las cuatro alargadas saeteras abocinadas que se abren en los muros laterales. En la parte baja, las puertas laterales al interior aparecen con un sencillo diseño de arco de medio punto que, en el caso de la norte, cobija un tímpano liso.

Es en el ábside donde se concentra la mayor riqueza arquitectónica y escultórica de la iglesia. El arco triunfal es apuntado y de perfiles rectos aunque hacia la nave aparece por una arquivolta formada por un grueso baquetón, un ancho listel liso y en la parte exterior una moldura de tacos. Este arco y su guarnición se apoyan en una imposta que da paso a los capiteles que soportan dos semicolumnas que descansan, a su vez, en sendas basas áticas sobre elevados plintos.

El profundo tramo recto se cubre con una bóveda de crucería de gruesos nervios baquetonados que descansan sobre ménsulas formadas por mochetas o capiteles pinjantes empotrados en la pared. En el tambor del ábside, ligeramente más estrecho, se abren tres ventanas abocinadas de nuevo con su guarnición de arquivoltas y columnillas laterales. La bóveda de cuarto de esfera que lo cubre se aleja del tipo tradicional al llevar superpuestos cuatro gruesos nervios baquetonados que arrancan de la línea de imposta sostenidos por cuatro capiteles pinjantes. En la decoración escultórica de la iglesia se observa una gran diferencia entre el ábside, punto privilegiado donde se concentran los mayores esfuerzos decorativos, y la nave, donde la escultura aparece solo en los capiteles de las ventanas del muro sur solucionándose las portadas únicamente con recursos arquitectónicos.

En el exterior del ábside la decoración escultórica tiene como soporte elementos arquitectónicos como canecillos y capiteles para los que se prefieren motivos vegetales, reservando un reducido repertorio animalístico únicamente para los dos grandes capiteles de las columnas que articulan el muro y para uno de los que decoran las ventanas. Los elementos vegetales que se utilizan son, en general, muy estilizados y tienden en muchos casos a la geometrización. Vemos así, en las ventanas, capiteles con alargadas hojas apenas insinuadas y rematadas en bolas y otros en los que un tallo vegetal que recorre el capitel se ha convertido en un liso entrelazo que envuelve tres bolas situadas en la parte superior de la cesta.

Estilizadas hojas de escaso relieve también conviven con los elementos puramente geométricos en la cornisa donde algunos de los canecillos están solucionados casi como ménsulas con cuatro grandes hojas lisas. En cuanto al repertorio animalístico, destaca la presencia de las aves que en uno de los grandes capiteles de la cornisa, se dirigen hacia los ángulos de la cesta para beber de un cáliz se combinan con cuadrúpedos en otro, o simplemente se afrontan volviendo sus cabezas en un capitel de la ventana norte.

En el de la derecha encontramos la única representación historiada de la iglesia. Se trata de una figura masculina vestida con una túnica que se sitúa dentro de una mandorla que semeja un arco y que lo separa de un grupo de leones rampantes que se sitúan en los laterales de la cesta. Es posible que se trate de la representación de la condena del profeta Daniel a la fosa de los leones. La representación del profeta recuerda claramente al tema de la Maiestas Domini, lo cual no es extraño si tenemos en cuenta que el profeta es una de las prefiguraciones veterotestamentarias de Cristo. Esta iconografía de Daniel, si bien no es la más habitual, sí nos ofrece parangones interesantes para la representación de Torbeo en territorio francés como un capitel de la antigua iglesia de Saint-Martin de Saujon, otro de la catedral de Saint-Lazare de Autun, y otro capitel de Saint-Porchaire de Poitiers, en los que encontramos una composición muy similar con Daniel en el centro y los leones en las caras laterales e incluso detalles coincidentes como la mandorla abierta por la parte baja que alude al foso en el que se encuentra el profeta. Su situación en el ambiente privilegiado del coro monacal de Torbeo resulta muy adecuada si tenemos en cuenta que dentro del ambiente eclesiástico de la Reforma Gregoriana la figura de Daniel había sido promovida como uno de los modelos bíblicos para el clero reformado, especialmente para las comunidades benedictinas y canonicales siguiendo las enseñanzas de padres de la Iglesia como San Agustín o San Gregorio Magno.

El resto de la escultura del ábside se concentra en los capiteles de las ventanas del tambor y en las ménsulas-capitel que sostienen los nervios de las bóvedas. En los primeros encontramos un tipo seriado de capitel vegetal de estilizadas hojas que rematan en unas potentes volutas en los ángulos.

Solo uno de estos, en la ventana derecha, rompe la norma al ser totalmente liso. En los segundos se prefiere una tipología también vegetal pero las sencillas hojas que los cubren han sufrido un fuerte proceso de estilización y esquematización que abunda todavía más en la sencillez de su composición.

En general, el taller que construye y decora la iglesia de Santa María de Torbeo se encuentra plenamente inmerso en los presupuestos estéticos del románico gallego periférico de entorno al año 1200. Arquitectónicamente produce una iglesia que, aunque sigue una tipología monástica canónica dentro del románico local, introduce ya elementos que denotan el conocimiento de rasgos de un incipiente goticismo. Así, rasgos como el desarrollo en altura de la construcción, el uso del arco apuntado, la bóveda de crucería, la bóveda de cascarón con nervios superpuestos o las ménsulas capitel denotan la influencia de edificios cistercienses como la abacial de Santa María de Oseira (Cea) sobre talleres locales como el que trabaja en Torbeo. El uso de estos elementos es, de hecho, todavía balbuceante: los nervios de las bóvedas son excesivamente gruesos y pesados y más que integrados en la bóveda parecen superpuestos a ella. Cabría incluso pensar en un cambio de proyecto en la cubrición del ábside que habría dejado huellas en la fábrica, como la deficiente adaptación de las ménsulas al muro portante o el uso de capiteles pinjantes en el hemiciclo absidal para los que no se había planificado columnas adosadas.

Escultóricamente, el taller es deudor de las experiencias de los talleres de formación compostelana del foco de la catedral de Ourense difundidas por las diferentes fábricas monásticas del entorno de la Ribeira Sacra. Son escultores que realizan capiteles de fina labra, composiciones que, aunque buscan una intencionada simetría, resultan bastante complejas en su conjunto y en los que se trasluce el conocimiento de repertorios iconográficos variados. Junto a este estilo más preciosista convive otro con tendencia a la esquematización y a la simplificación de las composiciones y de las formas de raíz cisterciense que produce capiteles totalmente lisos o con hojas sin apenas resalte que también encontramos en la citada iglesia de Oseira.

La iglesia conserva del amueblamiento original románico dos interesantes elementos: uno es la pila bautismal y el otro una pila de agua bendita. Esta última está labrada en una única pieza de granito y formada por un pie en forma de plinto con el perfil superior baquetonado. Sobre él unas insinuadas basas dan paso a un haz de cuatro columnas unidas que soportan la copa. Estas tienen en vez de capiteles dos molduras que aumentan de diámetro en altura para dar paso a la cuba semiesférica que pondría el agua bendita a disposición de los fieles. Por sus características, se trata de una pieza claramente románica y posiblemente realizada al tiempo que se construía la iglesia como parte de su ajuar litúrgico. El otro elemento románico que destaca en la iglesia es la pila bautismal que se encuentra en su entrada. Es una pieza de considerables dimensiones que fue labrada en un único bloque de granito y que, tras la restauración del edificio de los años cuarenta del siglo XX, fue colocada sobre un pedestal formado por un sencillo capitel invertido. La deficiente adecuación del capitel a la copa e incluso su diferente material hacen pensar que, posiblemente, en origen la pila se encontrase asentada directamente sobre el suelo en una disposición más adecuada para el bautismo por inmersión o baño de agua, que fue la fórmula habitual de administrar el sacramento hasta el siglo XV, momento en el que se difunde ya el bautismo por infusión.

La copa, de forma semiesférica, presenta en su exterior decoración organizada en dos bandas superpuestas separadas por una pareja de líneas incisas. La banda inferior se encuentra decorada con una serie de variados motivos geométricos –cuadrados, espirales y arcuaciones– entre los que hay una especial predilección por el motivo de la cruz que aparece en diferentes versiones, inscrita unas veces en un cuadrado y otras en un círculo. La banda superior, por su parte, aparece ocupada íntegramente por una extraña inscripción de grandes letras capitales dividida en dos partes por sendas cruces griegas. Recientemente, la segunda parte ha sido leída por C. Casal como HIC DE PECATO ORIGINALI, de forma que señalaría la pila como el lugar en el que se borra el Pecado Original. Según la autora, inscripción y decoración convierten a esta pila en un buen ejemplo de la traducción plástica de los dogmas bautismales subrayando con el texto los valores salvíficos de este sacramento.

Es una obra de un artista local que no domina el modelado ya que resuelve toda la decoración de la copa bien a base de líneas incisas o bien a base de un tipo de talla en reserva que usa solo en los motivos cruciformes de la parte baja. Durante la construcción de la iglesia románica de Torbeo, este maestro cantero debió de encargarse de la realización de la pila bautismal mientras que escultores de mejor calidad se ocupaban de la decoración de los capiteles del templo.




Bibliografía

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